30 septiembre 2008

FANNIE, FREDDIE Y ALBA

Autor: Julio Raudales

¡Ahora no quedan dudas! Estados Unidos entró en recesión.

Parecía un cuchicheo de pasillo del que no se habla por vergüenza.

Ni el Presidente Bush, ni los titulares de la FED (Banco Central de EUA) o el Tesoro (Ministerio de Hacienda) daban su "brazo a torcer" y con aplomo negaban la situación que en pocos meses llevaría a la nación del norte a lo que Allan Greenspan llamó una "crisis financiera única en el siglo". Hacían bien. Alentar el morbo y pesimismo es una mala estrategia. Después de todo, la ciencia económica enseña que una variable esencial para explicar los fenómenos sociales son las "expectativas" es decir, lo que usted y yo creemos que va a suceder de acuerdo a nuestras percepciones y conocimientos.

Pero ¿Qué pasó?, ¿Qué provocó esta situación que tiene al mundo en vilo desde el fin de semana y que amenaza con sacudir de nuevo las raíces del sistema capitalista? Es un tanto difícil explicarlo con palabras ajenas al lenguaje enredado de mis colegas economistas pero haré un intento.

La economía estadounidense es sin duda la más dinámica del globo.

Para ponerlo en perspectiva, si el valor del producto de Honduras fuera de solo 1 dólar, el de los EUA sería de 1,120 dólares. ¡Gran diferencia! y gran parte de ello se lo deben a su ultramoderno y eficiente sistema financiero.

Pues ese sistema, a veces desprovisto de ética y buena regulación, comenzó hace algunos años a incentivar al mercado inmobiliario (vivienda y edificios); ¿Cómo? Pues los banqueros entendieron que elevando las tasas de interés e incrementando su oferta crediticia podían obtener grandes ganancias. Así fue como dieron crédito a gente sin empleo fijo y sin propiedades. -¡Algo así como hacen ciertos emisores de tarjetas de crédito aquí!- Millones de personas van y se endeudan con los bancos que prestan y prestan hasta que se les acaba el dinero. ¿Qué hacen entonces para seguir prestando? Pues se inventan un nuevo instrumento financiero: la "Titularización" que no es más que hacer paquetes de hipotecas, es decir, toman un grupo de contratos de préstamos y los venden a otros bancos, incluso fuera de EUA, quienes confiadamente los compran con la promesa de obtener un interés más elevado. De esta forma, los bancos tienen ahora más dinero. El truco es que si los clientes no pagan, ejecutan las hipotecas y ya. Los encargados de hacer estas operaciones, son dos instituciones semi - públicas llamadas FREDDIE MAC y FANNIE MAE ¡que nombres mas extravagantes!

¡Pero he aquí la trampa!: Uno cree que la propiedad inmueble sube de precio con el tiempo y no siempre es así. Como muchos de los prestatarios no tenían ingreso fijo quedaron morosos, empezaron a rematar sus propiedades y al haber muchas casas desocupadas, su precio comienza a bajar, los bancos pierden dinero y finalmente: la quiebra.

Pues en los últimos meses, el Tío Sam tuvo que salvar a Freddie y Fannie de la quiebra, además de comprar la más grande compañía aseguradora del país. El paquete de medidas para salvar al sistema costará ¡700 mil millones de dólares! que pagarán los contribuyentes con impuestos.

Sumemos a esto que un enorme y viejo banco (Lehman Brothers) quebró y otro (Merrill Lynch) se salvó de milagro. Los inversionistas en las bolsas de valores huyen, como es natural, y ahora buscan lugares más seguros para invertir. Para colmo el petróleo y los alimentos siguen caros y los chinos demandarán aun muchas materias primas. ¡Parece que la cosa irá mal por un buen rato!

¿Y esto cómo nos afecta a nosotros? Algunos colegas dicen que no mucho -estamos tan al fondo que las aguas turbulentas no perturban nuestras honduras-, pero si el gasto del gobierno de EUA sube para cubrir a Freddie y Fannie, los consumidores gringos se afligen porque saben que vienen más impuestos (otra vez las expectativas), sus ahorros caen, invierten menos, consumen menos y las empresas comienzan a despedir gente -¿Quienes se van primero?-, las remesas disminuyen, el tipo de cambio se ve presionado, ¡en fin!... ¿Quien podrá salvarnos de los problemas generados por Fannie y Freddie?

¡Tal vez ALBA sea la solución! Los comandantes tienen la palabra

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16 septiembre 2008

La “Censura Sutil”: ¿un nuevo paradigma?

Convengamos que tiene poco de sutil cortarle el teléfono a un medio de comunicación porque denuncia, como se alega que hizo el ex de Hondutel, Chimirri, cuando una radio denunció que había ido en helicóptero de la FF.AA. a ver un partido de futbol en La Ceiba. Eso es otro abuso de autoridad y una majadería, muy característica, también trató de aterrizar un helicóptero en medio de las estelas de la Plaza de Copán. Y nada tiene de nuevo pero cuando los medios son dependientes de la publicidad oficial, que no deberían serlo, la suspensión de los contratos, en represalia por la crítica, puede convertirse en asunto de sobrevivencia.

Ocurre empero que, a medida que uno envejece, va perdiendo contacto con la moda, que no es lo mismo que la realidad y, mientras no llega el Alzheimer´s, tiene cada vez más recuerdos pertinentes. Yo recuerdo aun cuando no era tan “sutil” la censura y los gobiernos militares cerraron La Prensa antigua y nos amenazaban (“que te van a joder”) y a mi compañero de página editorial en Diario Tiempo, M. Ángel Pavón, lo acribillaron a balazos un buen mediodía y a otros los sopapeaban. Y he sido fiel al final porque me consta que, bajo diferentes gobiernos liberales y cachurecos desde tiempos de Azcona, Tiempo ha resistido el costo, en términos de publicidad oficial cancelada, que le han significado mis personales críticas a los gobiernos de turno. Nada sutiles tampoco. ¿Podría ser genuina la libertad que no costara nada? Hoy día pareciera que importa menos lo que uno dice en la prensa. ¿Acaso los poderosos confían en su capacidad de “spin” control? Y es a los fiscales que luchan contra la corrupción que buscan matar. Eso es censura también y de lo mas burda.

Y por eso a estos nuevos informes sobre “censura sutil” a los medios de comunicación hay que secarles una lágrima, ponerles algo de sal. Y otro poco de pimienta. Porque resulta un poco raro, especialmente en el contexto actual, en que se ha pretendido cercar al gobierno desde la “industria de la comunicación”, ignorarlo cuando no se le puede atacar, que se venga a exigir que reparta el gobierno de “manera equitativa” sus recursos publicitarios entre sus enemigos, para favorecer “la libertad de expresión” y sin que se mencione la extorsión que esos mismos medios han ejercido para conseguir otro tipo de favores y que los periodistas individuales han usado para conseguir contratos. (¿Hay que lamer o besar la mano que te azota?). E igual de bizarro parece que, en aras de “la libertad de información”, los autores de estos Informes tomen partido a favor de los medios y contra el gobierno en cuanto a la exigencia de espacio (por medio de cadenas) para la divulgación de información pública pertinente que se ha querido silenciar.

Abstenerse de engordar más a los reyes de los medios de oposición puede ser “injusto” desde su gula y perspectiva, pero no es abuso ni corrupción si no legítima prerrogativa del administrador. Porque además hay que recordar que los que se están quejando y en guerra son los gordos y la publicidad oficial ha favorecido en cambio a los pequeños. Y al parecer son los gordos los que están exigiendo que se legisle para garantizarles una parte alícuota del pastel además de las exenciones fiscales y tantos otros beneficios.

Sin embargo, eso es efectivamente, con la cara dura, un discurso refinado y autores internacionales, lo que vienen a reclamar los dos Informes auspiciados por organizaciones internacionales de la Sociedad Civil, con la bendición del Consejo Nacional contra la Corrupción: que ¡el gobierno es injusto porque no apoya a quien lo ataca! Entiendo que en un mundo ideal se podría hacer a un lado la consideración política y seguir, desde el poder, el precepto de poner la otra mejilla como predican (y no quiero ofender) los clérigos que conforman El Consejo. No hay que renunciar a los ideales. Pero, hablando en cristiano, debo confesar que francamente el extremismo normativo que ya estaba superado cuando se empezó a estudiar de manera sistemática a la política en el siglo XVI, me parece aquí insólito y maniqueo. Porque también podría haber un tipo de corrupción en semejante calaña de ingenuidad, en eso raya.

La información registrada obliga a un análisis digamos que un poco más realista y útil. Hay otros hallazgos de estos informes que deberían destacar en vez de soslayarse, porque son ellos si indicios de corrupción. Ciertamente, la pretensión --documentada— de un ministro de “centralizar la publicidad del gobierno” a través de su despacho personal se deslizaba en esa dirección y es sintomático que pretenda negarlo el aludido. (No olvido su asombro cuando descubrió que la totalidad del presupuesto de publicidad de la SCAD no alcanzaba a pagar uno solo de los spots de televisión que él compraba por docenas diarias). El monto de la publicidad gubernamental debería de estar vigilado de mejor forma y por supuesto que reglamentado por estas otras razones. Y especialmente para prevenir su abuso para fines de campaña política.

Uno no puede saber, cuando mira la foto de Ricardo Álvarez o su amigo Elvin destacada en los periódicos, por su cumpleaños, si se felicita al “ex” candidato o al responsable de un organismo público. Ni se sabe cuándo el Chele Mitch sale en un spot televisivo de El Congreso Nacional (como antes salía Lobo quien, por lo mismo, no puede cuestionarlo) para visibilizar el aporte de esa institución egregia a la Seguridad, si nos habla el Presidente de ese Poder (conformado por diputados de todos los partidos) al que se quiere felicitar por su labor o si se ufana de un logro personal el precandidato de una corriente.

Pero está claro que paga el pobre pueblo de Honduras. Y eso no debe ser. Cada centavo utilizado para levantar la imagen política de un aspirante de esa manera es reparable. Pero esa mala costumbre no parece preocupar a los autores de estos “Informes” si no el lucro cesante de los príncipes de la industria de comunicación cuando no son favorecidos por el contrato del Estado. ¿Quién se esconde detrás?

Yo tengo mis dudas con respecto a la obligación del gobierno de pagar publicidad para dar a conocer sus obras y “logros”. Es una tradición latinoamericana arraigada pero no es universal ni propia de los países desarrollados a los que tanto admiramos y como funcionario, no pago, ni siquiera en el “Poder Ciudadano” y no encuentro que me afecte el silencio. Si las obras no sirven o no son significativas, más bien deben reclamarlo los medios. Si son de utilidad pública los medios están obligados a “cubrir” la información que es de interés general y particular de sus beneficiarios. Por eso, en este último ciclo electoral, abanderé el lema de “Cero Publicidad” del que no sé porqué nadie hizo eco. Porque si el público tiene derecho a ser adecuadamente informado ¿Cómo podría lucrarse de esa obligación la industria que usufructúa el espectro radioeléctrico, las ondas hertzianas o los derechos públicos de imprenta?.

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05 septiembre 2008

Cardenal y Ortega: una petición de indulto

No creo en vacas sagradas, en pajaritas preñadas ni en los santos inocentes, pero soy amigo de publicanos y de poetas místicos, porque no podría tener amigos si discriminara por los defectos que suponen esos calificativos. Porque de las vacas no hablo mal –nunca- y no es malo ser santo ni inocente, cuando no sea siempre y simultáneamente. No soy amigo en todo caso de Daniel Ortega y no sé nada de sus pecados personales porque no soy cura para escucharlos en confesión y no creo que se puedan interpretar al pie de la letra, como evidencia, los testimonios que he leído de una hijastra que lo adoró, con paganismo culposo y quizás enfermizo. Tampoco creo que mi amigo Ernesto Cardenal sea un ciudadano perfecto, admirable por supuesto que lo es.

Pero como ministro no podría dejar ni por un instante de tratar al Presidente de la Republica de Nicaragua más que como el Jefe de Estado de un país hermano y vecino, a cuya ciudadanía le debo todo el respeto del mundo. (¡Como se les puede ocurrir semejante inocentada! ¡Ay, Selma!) Irrespetar al Presidente desde afuera es irrespetar al pueblo que lo eligió y lo tiene en el poder. Un particular puede hacer eso; recuerdo haber protestado siendo estudiante en EE.UU. con carteles que decían "Somoza Cerdo Asesino" cuando ese ex dictador de Nicaragua llegaba a visitas oficiales. Pero un hombre o una mujer de Estado no puede nunca jamás violar el protocolo. Y nada que ver con la hipocresía.

Ortega y Cardenal fueron compañeros en el primer gobierno Sandinista de Nicaragua. Me consta que Cardenal apoyó esa revolución, moral e intelectualmente, desde mucho antes de su triunfo (cuando lo visité en 1971 en Solentiname) arriesgando el pellejo con valentía y aportando los pocos elementos materiales que podía, siendo un pobre cura residente con una comunidad de célibes en una isla perfecta -por no pecar diciendo que paradisíaca- y me consta que, para servirla, a la Revolución Sandinista, Ernesto puso en riesgo su fuero como sacerdote, lo recuerdo hincado y besando el anillo del Papa que simultáneamente lo regañaba. Pero desde hace tiempo Cardenal está reñido con Ortega, lo critica abiertamente y se opuso de manera radical cuando, en esta última elección, aseguró que "prefería un capitalismo… como el de Montealegre que la Falsa Revolución" que presumiblemente pregonaba Ortega. Y como aquí muchas veces la crítica es manipulación y estos políticos nuestros, "del patio" son unos caciques, no respetan la crítica y la oposición. De modo que no dudo que el reciente fallo judicial en contra de Cardenal, obligándolo a pagar una multa por "calumniar" a un tercero, tenga una influencia política indebida, que no tiene que ser "personal". Porque el sistema aprecia cuando, de manera obsequiosa y sin solicitación, los funcionarios de cualquier rama que sea, "colaboran" para defender al caudillo.

No sé, porque tampoco soy juez, si se cometió un ilícito a la luz de las leyes nicaragüenses que Cardenal está obligado a obedecer como el Presidente y el más vulgar de sus conciudadanos. Lo que denuncia el poeta es que "un juez danielista" ha desenterrado una querella ya fallada a su favor por otro juez, para condenarlo por calumnias en contra de alguien que ha pretendido arrebatarle su propiedad. Lo que sé es que hay una condena. Desde mi perspectiva, como ciudadano de Centroamérica y comentarista, el Presidente Ortega debe indultar esa pena, si está entre sus facultades o poderes, como parece ser que estuvo, el indulto de los crímenes del "Gordo Man", con quien sostuvo una alianza de conveniencia. Ernesto Cardenal es un hermano de los intelectuales progresistas de Centroamérica y una figura de autoridad moral mundial. En todo caso, no puede escoger Ortega para liberar a Barrabás sin lavarse las manos y achacarle el crimen a otro, lo que justamente sería interpretado como cobardía. Sería además estupidez, porque sólo puede salir perdiendo contra una figura como Cardenal, él y cualquier político.

El Presidente Manuel Zelaya no es así y no puede si no darles la bienvenida a Honduras a los jefes de estado que invita para ocasiones de ceremonial protocolario como la firma del Convenio –tan positivo- que firmó con los mandatarios del ALBA. Aun y cuando puedo discrepar de algunas frases de los discursos y sobre todo de sus conceptos seudo históricos obsolescentes, pienso que ha hecho mucho bien a Honduras su reinserción como país independiente en el concierto de las naciones, como se ha conseguido con las visitas oficiales que antes hicieron el Presidente Brasil, Lula y el de México, Felipe Calderón.

Y si no fuera así, los secretarios que el Presidente ha nombrado le debemos lealtad o renuncia y, si renunciamos, le debemos respeto y agradecimiento por la oportunidad de servir. (Cardenal mantuvo esa disciplina con Ortega mientras fue ministro y por largo tiempo después.) A pesar de mi amistad con Cardenal y mi demanda de indulto a su favor no podría yo tampoco, en caso que se diese la ocasión, de que el invitado me extendiera su mano dejar de corresponderle con la mía y, si me saludara de palabra, tendría que morderme la lengua antes de murmurar una expresión hiriente y mandaría a volar al artista o al académico que me lo exigiera.

No sé tampoco si Ortega es amigo personal o no del Presidente Zelaya quien, como cualquier mortal, tiene derecho a escoger amigos pecadores. (Ya decía Machiavello que prefería ir al infierno con hombres de estado prominentes que al cielo con las beatas que decían que ese era su destino.) Yo no lo amistaría a Ortega ni menos lo habría buscado, como busque a Cardenal. Las cualidades de Ortega (su novel habilidad para la negociación y eso es valioso, la retórica del revolucionario de los setentas, esa perseverancia que deberíamos tener todos, y esa cara dura) no son las cosas que más aprecio, si no la sinceridad y la elevación del sentimiento, el pensamiento claro y profundo, la disposición a ser justo y bondadoso y la erudición que adornan a Cardenal y redimen sus vanidades.

Admiro al hombre que está dispuesto a cumplir su deber, aun pagando un costo político, porque los deberes de la moral pública son distintos, giran en otra esfera que los de la persona privada. Tienen mil años de perdón quienes "pecan" contra la beatitud para proteger la libertad de "la república" la que, en este país, todos sabemos que ha estado secuestrada por los intereses materiales y estratégicos de terceros particulares. Para defender esa libertad contra los acosos de la oligarquía conspiratoria, el Presidente Zelaya necesita la disciplina de sus cuadros y nuevos aliados, internos y externos. Porque está a la vista que ha perdido el apoyo de algunos miembros de su Partido, que prefieren jugar con los aspirantes y que hemos tenido roces con representantes (pienso que poco diestros y mal orientados) de poderes extranjeros que debieron simpatizar con nuestros esmeros por sacar a los hondureños de la pobreza. Los intelectuales tenemos en este mundo y en todo momento la difícil tarea de decir las verdades. Aunque a menudo los contradigo, respeto el derecho de quienes critican a mi gobierno, especialmente cuando tienen una autoridad moral probada como Cardenal y exijo ese respeto de parte de cualquier gobierno y en primer lugar del mío propio.

Rodolfo Pastor

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