05 marzo 2006

Los corruptos y los ineptos

Ya en Honduras hemos visto muchas veces las argucias de que se valen los corruptos o ineptos que han estado en la administración pública a fin de lograr no solo impunidad sino hacer dudar a la opinión pública sobre la veracidad de los señalamientos en su contra.
Al final de cada gobierno se presentan una montaña de supuestos éxitos en el manejo del Estado, tanto que si solo la mitad de lo que nos han dicho en el último cuarto de siglo fuera cierto, Honduras ya habría dejado de ser uno de los países más pobres de Latinoamérica.
Como los corruptos y los ineptos no son exclusivos de uno de los partidos políticos tradicionales, en muchas ocasiones los funcionarios salientes hacen pactos con los entrantes a fin de que ni siquiera se hable ya sea de los actos de corrupción o de las deficiencias o errores administrativos.
Si un gobierno de un partido determinado intenta ponerle fin a la impunidad el siguiente no continúa el proceso, aunque sea del mismo partido, ya sea por miedo a que se descubran sus propias fechorías o deficiencias o porque simplemente su cúpula está integrada a las mafias de la corrupción.
La primera estrategia del corrupto cuando su latrocinio sale a luz pública es presentarse como víctima de la “persecución” y como por lo general es muy hábil, teje entonces su propia defensa manipulando cifras y tratando de desacreditar a quien lo ha exhibido ante el pueblo o trata de ponerlo ante la justicia.
Igual actitud adoptan los ineptos que fracasaron en administrar bien los recursos públicos. Pero cuando, a pesar de todas las prevenciones para garantizarse la impunidad ante la ley y ante la opinión pública, se pone al descubierto al corrupto o mal administrador, entonces cobra los favores que precavidamente hizo ya sea entre los operadores de justicia o los periodistas o ambos a la vez.
En casos extremos, cuando hay abundantes evidencias y coinciden fiscales y jueces honestos, el corrupto simplemente mediante sus hábiles abogados logra retardar la acción de la justicia a la espera de otros tiempos, preferiblemente cuando lleguen sus correligionarios o compinches al poder.
Por todas estas artimañas y la falta de suficiente presión popular es que cada gobierno nos deja su propia cosecha de corruptos, enriquecidos con los exiguos fondos del pueblo, sin que ninguno de ellos sea siquiera puesto ante la justicia.
Ya es tiempo de que quienes tienen en la pobreza y la indigencia a Honduras paguen por los daños causados a este sufrido pueblo.

*Editorial de EL HERALDO - 5/3/2006