01 marzo 2006

¡Echame a mí la culpa!



No se trata de la canción ranchera que popularizó José Alfredo Jiménez, "¡Échame a mí la culpa de lo que pasa…!" que con lloriqueos muy machos le dedica a una mujer. No. Esto se trata de los nuevos y anteriores administradores del país. Los actuales le echan la culpa a los anteriores del desastre que han encontrado en las distintas dependencias del Estado y los anteriores alegan que ellos encontraron un desastre peor al que han heredado pero absolutamente nadie dice "Échame a mí la culpa"…absolutamente nadie se responsabiliza por ninguna anomalía o situaciones altamente irregulares y, en ocasiones, inconstitucionales.
Pensamos que de no haber responsables por todo lo que anda mal Honduras sería un modelo de país…la refulgente joya de la región centroamericana. Lamentablemente lejos estamos de serlo. Los políticos siempre se lanzan lodo, se tiran tierra y unos y otros se culpan por el deplorable estado del país que han dejado de gobernar o que están iniciando a gobernar. Muestran una inmadurez incalificable…parecen niños peleándose por un juguete.
Cualquier gobierno pasado es parte de la historia sea que haya cometido aciertos o desatinos…nada de eso cuenta. Es el gobierno presente, el gobierno actual, el que se enfrenta al reto de mejorar a Honduras, de moldear al país, de sacar a Honduras del subdesarrollo y la corrupción, de ayudar a los pobres a salir de su humillante y desgarradora pobreza…que ya no se hable de que los gobiernos anteriores no lo hicieron ya que eso significa una pérdida de tiempo y no soluciona nada. Lo que debería hacerse es olvidar los enormes desaciertos del pasado y dedicarse a trabajar con esmero y entusiasmo para corregir los errores y torpezas de los gobiernos anteriores. Desgraciadamente eso nunca se ha hecho en la historia de Honduras y es por esa razón que pasan las décadas y seguimos en las mismas condiciones que nos convierten en uno de los países más atrasados de Latinoamérica.
Siempre nos hemos preguntado por qué somos un país pobre y subdesarrollado…no nos parecemos ni a Costa Rica y mucho menos a los países de Sudamérica. Hemos sido elementales. No hay duda que se debe a los gobernantes que hemos tenido. La mayoría no llegó nunca a gobernar al país sino a saquearlo, a sacar provecho de todas las oportunidades que se le presentan a los gobernantes y a los sátrapas. El bienestar y el desarrollo de Honduras no les ha importado y más les han importado sus propios intereses, el bienestar de compadres y amigotes pero el progreso del país les ha importado un venerable rábano. Por eso estamos como estamos. Pero todos ponen caritas de yo no fui. Entonces, ¿quién fue? ¿A quién le debemos este desastre que llamaremos folclórico para abstenernos de ser groseros? ¿Por qué será que Guatemala y Costa Rica son más adelantados que nosotros? ¿Por qué será que ni siquiera podemos compararnos a Chile o Argentina? ¿Por qué será que al llegar a las capitales de esos países sentimos que estamos en ciudades pero al llegar a Tegucigalpa nos invade la tristeza? Las respuestas a estas preguntas no son difíciles. Honduras siempre ha sido desgobernada, ha sido mal administrada por individuos voraces y poco escrupulosos, gobernantes entreguistas que han llegado a un paso de la traición y cuyo desamor por Honduras ha sido evidente. La mayoría de nuestros gobernantes y funcionarios han entrado flacos a la administración pública y han salido gordos. Es el pueblo—el pobre pueblo—el que se mantiene siempre enfermo y famélico. Los sistemas educativos que hemos tenido a través de los años han sido poco científicos…casi mediocres. De lo contrario seríamos un pueblo culto, educado, informado e instruido pero—lamentablemente—no lo somos, aunque creemos serlo. Somos un país inculto y enfermo…no sólo se padece de rotavirus sino de cleptomanía y es por eso que estamos como estamos y como hemos estado durante muchísimas décadas.
Quisiéramos que saliera por ahí un valiente diciendo "Échame a mí la culpa" pero eso nunca lo escucharemos…la culpa siempre la tendrán los otros, es decir, la oposición. Y mientras los funcionarios, pasados y presentes, se lanzan lodo, el país se sigue hundiendo y seguimos siendo la Cenicienta poco agraciada de la región. Hace falta un charro llorón que diga "¡Échame a mí la culpa!"

MARZO 1, 2006