27 marzo 2006

Patrimonio, Estado y Sociedad, un tema antiguo de actualidad


Respondo a un legitimo reclamo de Doña Leticia de Oyuela en su columna de El Heraldo la semana pasada a raíz del robo, sin duda escandaloso y provocativo, de la bella imagen de San Francisco en el templo de ese nombre, que solo es la ultima perdida de arte religioso valioso en los últimos meses.

No quiero ser defensivo porque, a menos de dos meses de asumir mi cargo, considero que estoy todavía en posición de exigir paciencia; mas bien quiero abrasar mi responsabilidad y agradecer el interés que muestra la autora en un problema que no recibe la atención necesaria.


Y quiero completar el panorama. A su amargo reclamo, doña Lety pudo agregar un sinfín de otros items: el robo de las imágenes de los santos en la Iglesia de San Antonio de Oriente, o la perdida unos días atrás del San José, Santo Patrono de Copan Ruinas, al cual robo quien sabe que impío en su onomástico y en medio de la feria de ese municipio. Quizás no sabe la autora de los saqueos recientes de un pecio (un barco colonial hundido) en Cayo Alargado, por una falsa empresa que se finge filantrópica, vinculada al narcotráfico. Mas atrás mas no olvidado está el saqueo del Museo de Arte Religioso de Comayagua, sin duda, es el robo más grande de ese tipo de arte en la historia del país.
O pudo mencionar el saqueo de los objetos de jade de una tumba que estaba siendo explorada en Copan en la administración antepasada, cuyo saqueador fue un cuidadoso arqueólogo, robo que redundó trágicamente en el suicidio de uno de los custodios posiblemente inocente. O los irremplazables jades reales que refinados ladrones conocedores se llevaron el año pasado, del propio Palacio Presidencial antiguo –en donde estaban innecesariamente expuestos- bajo las narices de guardias que no supieron dar una explicación.

En fin, la situación es bastante peor de lo que se ha pintado. No trato de ser exhaustivo. La Junta Directiva del Instituto Hondureño de Antropología e Historia ha exigido un Informe sobre el tema, que prepara hoy la Gerencia.

Aunque no hay ningún imputado preso, esos incidentes evidencian la operación en Honduras de una mafia, de crimen organizado, técnicamente refinado, que ha identificado el valor de los objetos y la debilidad de las instituciones encargadas de protegerlos. Se trata de criminales con capacidad financiera, técnica y logística, necesariamente conectados con los circuitos clandestinos del trafico ilegal de arte antiguo, las casas de antigüedades o de subastas extranjeras o simples comercios irresponsables, en donde se lava dinero sucio o ensangrentado.
Una palabra con respecto a “la negligencia gubernamental” indubitable, de lustros. No hay soluciones fáciles. Podríamos cancelar todas las exposiciones incluyendo las del exterior (porque durante la Administración Flores también se robaron un jade real en una exposición en México, cuyas autoridades declaran que fue un robo de los hondureños involucrados), cerrar los museos y las iglesias, lo que tendría repercusiones inauditas.
No es cierto sin embargo que no se hace nada al respecto. La prensa, de un tiempo para acá viene dándole importancia al tema y visibilizándolo y es un primer paso. No diré lo que he hecho en lo personal.
Como Ministro, he llamado a La Fiscalia General de la Republica. Le he pedido que se incorpore, como en efecto ya sucedió, como observador, a la Junta Directiva de Antropología, en consonancia con la línea de transparencia del actual gobierno y el afán de coordinarnos mejor. Conjuntamente con su autoridad superior hemos dado instrucciones para la preparación de un Convenio multipartito para ese fin. He visitado al Obispo de Comayagua para estudiar el tema de la seguridad del museo, que piensa reabrir pronto aun sin sus piezas más valiosas.
Quizás pensando objetivamente y con la cabeza fría (tengo ese defecto), la mayor perdida de patrimonio en Honduras se produce cotidianamente, por la salvajada que pasa por “inocente” y por la ignorancia y la desidia de la gente, que sigue arando cuando se topa con una escultura o construyendo una casa, como comentan sin culpa, aunque rompan para ese fin una tumba y varias vasijas pintadas que codifican una sabiduría antigua. Que reportan o no, y luego esconden los hallazgos, pensando en traficar con los objetos, sin percatarse de que, en el saqueo destruyen lo más valioso que es la información y el contexto o ambiente.
Aquí hay un circulo vicioso. Los hondureños, por ignorancia, por la baja autoestima y una curiosa orientación neoterica, olvidada y despreciativa de la historia, por una mentalidad colonizada, tenemos con nuestros ancestros –los mayas son excepción-- una relación análoga a la que tenemos con nuestros más inmediatos difuntos. Nos avergüenzan o no cuentan. Hay que ver la mayoría de nuestros cementerios. El “General” de Tegucigalpa o el “Central” de San Pedro Sula, cubiertos de monte y de basura.
Hay templos que se caen. Docenas de antiguas ciudades languidecen enmontadas. Pocos se quejan del abandono de la Casa del General Cabañas en Comayagua. Ahí también esta abandonada la Casa en donde se asesinó al Presidente Guardiola y la de Luis Bogran en Pinalejo.
Nada conmemora el sitio en donde cayó el General Medina, que gobernó este país durante casi dos décadas. A nadie se le reconocen meritos. E incluso, so capa de historiadores y académicos, vilipendiamos a los fundadores de la patria, juzgándolos sin atender a su siglo o circunstancia.
Habrá que convencer a la Fiscalia de la importancia del delito contra el patrimonio y de las conexiones que ya sospechan de ese delito con el crimen organizado. Y poner soldados también a cuidar los tesoros de la nación. Pero la solución tampoco es militar ni policíaca. Al final y como nota al pie de pagina observo un pequeño lapso, entre varios, de la indignada epístola. Con relación al robo de la estatua de San Francisco, se pregunta la autora: “¿Por qué nadie vio, denunció ni se asombró por el robo de una iglesia que se encuentra contiguo a una instalación?”
Y truncó D. Lety o alguien le borró el adjetivo que da significado a esa frase, porque ¿alude a una “instalación” militar o a la proximidad del Museo del Hombre? La única eficaz salvaguarda del patrimonio será una conciencia colectiva sobre su valor y sobre la urgencia de colaborar con las instancias gubernamentales y privadas dedicadas a su salvaguarda.
Al final, pues para conseguir que el ciudadano colabore, habrá que exponerlo; y enseñarle a esa sociedad el valor del legado de los ancestros y de la historia. Habrá que conseguir los recursos y cambiar la mentalidad colectiva. En esa dirección apunta, mas allá de los convenios con otros custodios y con la Fiscalia, la política cultural del gobierno y precisamente siguiendo las pautas que ya establecía el Plan de don Manuel Zelaya, único plan que contemplara el tema. Vamos a desarrollar y a poner en escena al patrimonio, para educar, para ilustrar al soberano, para que el pueblo mismo se convierta en su custodio por excelencia.