14 mayo 2008

A los treinta y cinco días de huelga de hambre de los Fiscales ... Honduras resiste



Milson Salgado
Rebelión

Las huelgas en Honduras han estado tradicionalmente marcadas por las conquistas laborales más legítimas, que en la historia de nuestra patria conservadora siempre se han considerado como subversivas. La época más gloriosa de la Cohesión nacional se suscitó en el año de 1954 del siglo recién pasado, en el que los campesinos explotados por las compañías bananeras estadounidenses, se fueron a unas movilizaciones cívicas que paralizaron abrúptamente la economía nacional, y aunque el partido comunista quiso en su momento estructurar la lucha para sucesivos movimientos con pretensiones evolutivas de toma del poder, esta se decantó simplificadamente por el logro de leyes laborales más favorables, y por la consolidación de movimientos reivindicativos de mejoras salariales, dentro de la lógica armónica entre el capital y el trabajo.

En la década denominada perdida de los años 80, los movimientos de izquierda fueron fieramente reprimidos, y la incursión de la política de Washington propició a su vez la desaparición forzada de mas de 200 valiosos hondureños, la permisión oficial de la violación a nuestra soberanía territorial por parte de la contra revolución nicaragüense, y la masacre de un grupo guerrillero liderado por un doctor en medicina, y un cura progresista estadounidense en la región este fronteriza con Nicaragua.

En la década de los noventa los movimientos populares, huérfanos en la confusión del desmantelamiento de los sistemas socialistas en el este de Europa, que constituían faros esclarecedores de la posibilidad de cambios en nuestro continente, únicamente exploraron de la lucha - en una lógica de contención- el espacio de la imposición trasnacional en nuestras frágiles economías, como la pretensión de la compañía estadounidense STONE CONTAINER que buscó con la alianzas de autoridades locales generosas exterminar con el pretexto de respeto a la inversión extranjera a nuestras exiguas reservas de bosques nacionales.

Con la corrupción jugando un papel preponderante en la agenda mundial, y en el marco de preocupaciones insoslayables de la legislación internacional como la Convención Interamericana Contra la Corrupción y la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, la decisión de un grupo de fiscales hondureños de declararse en huelga de hambre para protestar contra la tiranía de un poder que únicamente pretende proteger a personajes de altas esferas políticas y económicas de la sanción penal, resultaba para cualquier agnóstico una decisión descabellada más propia de la ingenuidad proverbial de los quijotes, que se lanzaban temerariamente contra bellacos gigantes y resultaban ser sinuosos molinos de viento igualmente deplorables en el resumen de la tragedia coyuntural.

Pero a 35 días de la Huelga de hambre, y con sus miradas torvas y con sus cuerpos escuálidos estos valientes hijos de la patria, han resistido una a una las intenciones sádicas de vencerlos con tácticas dilatorias y con reuniones extremadamente extensas que se convocan con la premisa previamente consensuada de que no les cumplirán sus exigencias. Mas de algunos de los que han estado cerca de la lucha, y temiendo seriamente por sus vidas les han invitado a transigir y volver al estado de cosas que causaron esta patriota decisión. Sin embargo sus posiciones se mantienen incólumes e inclaudicables. No se moverán de los bajos del parlamento si antes no logran la separación del Fiscal General de la República y del Fiscal General Adjunto quienes deliberadamente o en forma inexcusable han omitido presentar acusaciones contra funcionarios públicos que han despilfarrado más de 6,000 millones de lempiras.

Lo mas valioso de este movimiento espontaneo, y que hasta la fecha se ha estructurado de un forma tal que deja con la boca abierta a los agnósticos sociales, es que ya se han unido las centrales obreras, el movimiento nacional de trabajadores, los artistas, el colectivo de mujeres, organismos no gubernamentales, el magisterio, los colegios, la iglesia evangélica y la iglesia católica al margen de la iglesia institucional de obispos y cardenales. Con tanto ecumenismo pareciera que la lucha no tuviera niveles aceptables de profundidad social, pero si partimos de la premisa nada falsa de que en países del tercer mundo los estados y los gobiernos son las fuentes primigenias de poder público, y de movilidades económicas exageradas, al luchar contra la corrupción de forma sistemática y profunda se esta luchando y se están trastocando las bases de un sistema amorfo que se sustenta en la trampa y en la farsa de la alterabilidad en el ejercicio del poder que propicia esa prostituida democracia liberal.

Un hecho superlativo en un país intrascendente como el nuestro y alejado tradicionalmente de las luchas, es que pese a la perversidad de los medios de comunicación y su campañas psicológicas de domésticamiento, el pueblo no organizado se ha manifestado solidario y ha empuñado inéditamente la bandera de la dignidad en la marcha, y en otros escenarios populares que han destacado el arraigo de resistencia sin límites ante las imposiciones oficiales.

No cabe duda que Honduras no va a ser la misma después de esta gran jornada cívica, y los que se preocupan por el florecimiento de la utopía histórica tienen que revisar sus agendas e idearios anquilosados, sus consignas anacrónicas y las formas de lucha que no han causado en el reciente pasado ninguna clase de incidencia substancial en los escenarios de las decisiones nacionales. Porque ha resultado incomodo y vergonzoso para lideres sociales eternamente lideres, sucumbir ante el ejemplo y el valor de unos cuantos jóvenes, que sin ideología han concitado la solidaridad nacional y han pronunciado un discurso fresco y coherente con una sintaxis que no se aleja de los idearios democráticos pero provistos de semánticas altamente connotativas capaces de deslegitimar las estructuras económicas y de poder público, llamando para el caso a la desobediencia civil ante la indiferencia del parlamento por resolver el conflicto, y mostrándole materialmente al pueblo pobre que ellos son los únicos depositarios del pacto social milenariamente arrebatado.