22 enero 2007

Combatir la pobreza: la susodicha ERP


Ningún pueblo progresa con esa doña suelta. La pobreza es una gran hija de puta. Más perversa que el más desalmado criminal. Mata. Mutila. Cotidianamente. Prefiere entre sus victimas a los inocentes. Treinta y ocho de cada mil niños que nacen aquí mueren antes de cumplir el año. (En Suecia 6, en Costa Rica 9). Muchos sobrevivientes solo salen del trance mancos, cojos, tuertos o mudos, cuando no tarados o psicópatas. Nadie puede vivir tranquilo en ella o en su vecindad.

Y no solo, como dice un OFI, porque “la falta de capacidad de consumo de los pobres lastra el comercio y el crecimiento económico”. Nos lastra la incapacidad que provoca la pobreza, la falta de inteligencia y de imaginación que deja como huella. Y entonces combatirla es, como decía Kant, imperativo categórico. La obligación moral de una sociedad decente. Y el deber de cada gobierno puesto que además desde el 2000 es el compromiso obligado del Estado según la Declaración de Metas del Milenio. Y combatir la pobreza es desde el 2001 el propósito de La Estrategia para La Reducción de la Pobreza, el marco del programa social del gobierno, que implementa una serie de ministerios de línea e instituciones de asistencia así como -ahora también con la política de descentralización- el municipio. Supuestamente, coordinan esas inversiones el Gabinete Social, el Consejo Consultivo para la Estrategia de Reducción de la Pobreza, órgano de nueva generación que incorpora la representación de la sociedad civil y la fiscalia internacional. Y ahora también un Comisionado nombrado por el Presidente para encargarse exclusivamente del tema. La E.R.P es un compromiso de Estado orientado a cumplir una serie de metas en materia de cobertura y calidad de servicios públicos esenciales y de ingresos para el 2015. En efecto un plan, al que hoy le quedan nueve años de visión y vigencia. No faltan críticos.

Se trata de una idea concebida desde afuera como requisito para lograr la condonación de la deuda y, creo que si, a pesar de mil y algunos sinceros esfuerzos de divulgación, se trata todavía de una idea burocrática y ajena a la mayoría de la población, mal entendida por los redactores de los periódicos pero también por algunos ministros que se supone que deben tenerla como Biblia, pero no leen. De un concepto y no aun de un plan completamente operativo, ya no digamos de una idea compartida por la sociedad, como tendría que ser, de esas que se vuelven inmarcesibles, dice el filosofo, porque se apodera de ellas la masa, se apodera de la imaginación de la gente. La población no se ha apropiado del concepto mientras que en el gobierno se habla muchas veces con mas retórica que compromiso profundo. Se dicen en la prensa infinitas tonterías y se malinterpretan las declaraciones de los funcionarios, porque no entienden lo esencial. Sobre todo por eso podemos y debemos decir que la ERP fracaso, que esta casi moribunda y que además nadie lo ha lamentado mucho. Muchos programas semejantes en efecto ya sucumbieron en otros países y que somos una minoría los interesados en Honduras en mantenerla viva, mas allá de las inversiones municipales con las que a menudo se la confunde.

Desde el 2001 en que nació la ERP, se ha mas que duplicado según definiciones forzadas el gasto (de 7 a 15 mil millones) pero cuando asumió el poder este gobierno hace casi un año, la pobreza era la misma o peor y se había avanzado poco con las pocas “metas del milenio” con que se cumplía a medias. Y con la nueva disponibilidad de recursos, por la condonación de la deuda y el crecimiento económico nuevo. ¿Puede justificarse un programa sin resultados? ¿Sin identificar cuales son las fallas? ¿Una fantasía de la burocracia y la cooperación, que no da nada?

Sabemos que hay que hacer para reducir pobreza: redoblar esfuerzos para transformar nuestro regresivo sistema tributario, en uno que garantice un sacrificio igualitario para todos; focalizar el gasto público para que llegue a los necesitados, proteger al vulnerable, darle servicios básicos que no recibe de los que esta “aislado” (salud, educación, comunicación), desarrollar capacidades, generar oportunidades e inducir la formación de un patrimonio ojala productivo. Y sabemos que tenemos que hacer esas cosas juntas, que necesitamos un enfoque integral (no economicista, pero si realista y que incorpore la dimensión del crecimiento) un enfoque que conecte desarrollo social con condiciones económicas de prosperidad. Pero no lo hemos conseguido en el pasado, patinamos y resbalamos y retrocedemos. Las razones del fracaso son relativamente sencillas también. Las disputas de los intereses creados y la desconfianza de poblaciones fragmentadas y la de una opinión pública acostumbrada a la duda obstaculizó proyectos estratégicos. La gestión pública ha sido consuetudinariamente deficiente. Faltó visión –visión de país, visión sectorial de problemas nacionales, visión política-- por parte de la clase gobernante y de parte de la sociedad, de los empresarios y de los gremios, que tendrían que hacer aportes cruciales.
Eso impidió la coordinación efectiva de los esfuerzos lo mismo que los personalismos de esa gente que se da demasiada importancia a si misma, y eso redundo en uso ineficaz de recursos, en la duplicación de esfuerzos, en la imposibilidad de darle seguimiento a los programas y focalizar y fiscalizarlos bien. La corrupción (y no solo la pública) y la mezquindad interfirieron el proceso y el esfuerzo bien intencionado. Ha faltado también capacidad de negociación con la cooperación internacional, falta armonización entre la cooperación y las metas de país, corresponsabilidad social en la gestión y ejecución de programas. Han fracasado varios gobiernos en el intento. El actual gobierno ha revisado el programa como es su obligación, y ha asumido la responsabilidad, para armarlo y focalizarlo mejor, aprovechando las lecciones aprendidas. Y dispone hoy de recursos de condonación.

Tenemos que asegurar condiciones macro y garantizar sobre todo a través de la seguridad jurídica, las inversiones privadas, para mantener tasas de crecimiento extraordinarias. (Por eso se ha preocupado el gobierno de desvirtuar la idea de que actuamos arbitrariamente como quieren hacer pensar nuestros enemigos). Hay que generar los recursos fiscales sostenibles para la protección solidaria de la población más vulnerable, con ahorro, gestión eficiente y con un aumento que todavía se puede hacer -de un 1% del PIB- en la recaudación. Tenemos que administrar mejor esos recursos, a lo que esta abocado el programa de “presupuestacion de acuerdo a metas y por resultados” y la idea de un Pacto Fiscal Sostenible. Con visión innovadora tenemos que ser más eficientes para generar capacidades sobre todo de los jóvenes: reformar la educación y el sistema de salud es un imperativo. Y en primer lugar educación que el Presidente Zelaya ha declarado la prioridad de este año. Coordinar mejor nuestros esfuerzos asimismo para generar oportunidades, capacitar y organizar, darles a quien lo los tiene los elementos de lucha, los anzuelos, los instrumentos de producción: tierra y también agua, vivienda social, capital a las mypimes y capacitación. Y tenemos que descentralizar la inversión pública. Ir a las comunidades, ayudarles a crear condiciones aceptables. Proporcionarles los recursos a las comunidades para sus instalaciones de servicios.

Hemos renovado cuadros y energías, hemos mejorado el plan y estamos avanzando y enfocando mejor nuestras metas. La Red de Solidaridad encabezada por la Primera Dama esta atendiendo ya varios de los grupos mas postergados. El Presidente ha asumido el liderazgo y los ministros estamos cada vez más conscientes de nuestra obligación, al menos la mayoría. Los alcaldes tienen que ser responsables y sus comunidades participativas. Pero un problema tan grande como este solo se puede resolver con el concierto de toda la sociedad.



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