21 marzo 2007

Democracia en Honduras

Para analizar la democracia en Honduras debemos partir de la siguiente pregunta: ¿hemos tenido alguna vez democracia después de la independencia de 1821? Lo primero que se impone es una respuesta aparentemente radical: La verdad es que nunca ha existido en toda la historia del país algún momento que respire aire de democracia. Por el contrario han prevalecido los regímenes autoritarios, patriarcales, militaristas, represivos, genocidas y otros gobiernos que han utilizado el ropaje de la democracia para enriquecerse a base de la corrupción y la generación de miseria de nuestros pueblos.

La democracia ha sido confundida con el hecho de tener elecciones presidenciales y con la delegación de gobiernos con la participación de un pueblo analfabeta, pobre, manipulado por campañas multimillonarias que se pagan con el dolor y sufrimiento de los pobres.

Si partimos de la idea de que democracia es el “dominio del pueblo sobre sí mismo” lo primero que consideramos es quién es el pueblo y quién domina en una sociedad como la nuestra. Por la ciencia social se conoce que quienes tienen el poder son determinados grupos sociales que controlan la economía, la educación, la cultura y la ideología y como país históricamente hemos estado sometidos al colonialismo y neocolonialismo que han creado condiciones para instaurar regímenes que no han respondido a un espíritu verdaderamente democrático.

En la sociedad griega clásica consideraban a la democracia como el poder del pueblo con la exclusión de los esclavos y las mujeres. En Honduras se considera que existe una democracia donde el pueblo no gobierna ni delibera sino que lo hace a través de sus representantes indirectos, tal es el caso de los diputados en el Congreso de la Republica.

Algunos sociólogos y politólogos hondureños afirman que Honduras vive bajo un proceso de democratización y participación social en las decisiones importantes para la vida nacional. Analicemos con la óptica de la realidad si esta afirmación es correcta.

En base a nuestra Constitución y las leyes Honduras es un estado de derecho que se rige por el régimen de la democracia. Sin embargo en un sentido material y real no existe ni igualdad ni equidad en Honduras; la mayoría de las familias no satisface las necesidades básicas de alimentación, vivienda, transporte, salud y educación. La democracia por lo tanto no puede existir en una sociedad donde se tortura, se violan los derechos humanos y se excluye a la mayor parte de la población.

En cuanto a la participación observamos que con algunas excepciones los diputados no practican la consulta popular y aunque existan diputadas (aunque no en suficiente número) no luchan verdaderamente por las cuestiones de género; persiste todavía un Congreso con carácter patriarcal, autoritario y aceptado por las mujeres como partidista.

¿Existen oportunidades para que participen los que tienen los estómagos vacíos, los sectores paupérrimos, descalzos(as), desnudos, analfabetas, desnutridos y enfermos por causa de un sistema desigual e injusto? ¿Se puede participar en una sociedad racista, desigual, donde la violencia es instrumentalizada contra los niños, niñas y jóvenes y se protege mediante la impunidad y la corrupción a los delincuentes de cuello blanco?

Tanto en los gobiernos anteriores como en el presente ha existido y se continúa practicando la represión de los movimientos populares; para lo cual se utiliza el ejército y la policía que no sólo promueven el miedo y el terror en las poblaciones sino que han estado involucrados en genocidio y asesinato de jóvenes y dirigentes sociales.
La libertad de expresión se restringe a las personas y organizaciones que no son partidarias de las políticas económicas desiguales y que defienden los derechos humanos y la justicia ambiental. La participación social es casi nula para actuar en contra de las decisiones que están destruyendo y entregando el país a los intereses multinacionales; tales como la firma del TLC y las concesiones mineras. La privatización de la salud, la educación así como la firma de tratados lesivos a la soberanía y a la dignidad nacional son otra forma de violentar la democracia. En síntesis nunca podrá haber democracia sin igualdad de género, donde exista la tortura, la violación de los derechos humanos y la desigualdad social que se refleja en la inmensa pobreza.

Por todo lo anterior es evidente que Honduras no tiene una verdadera democracia ni participación social; a pesar de la existencia de algunas instituciones como el Ministerio Público, la aparente civilidad de la policía que ahora se está transformando en una policía militarista y de una consigna del nuevo gobierno sobre el poder ciudadano y la ley de la participación ciudadana.

He comenzado con una afirmación y crítica a la existencia de la democracia. ¿Significa esta realidad que no es conveniente este sistema para desarrollar a Honduras? En forma dialéctica hemos partido de la negación de la democracia para pasar a la afirmación de la misma. Si partimos del hecho y la aspiración de lograr un régimen que propenda hacia la igualdad de las condiciones económicas y sociales y a una verdadera participación de los movimientos sociales y populares en las decisiones del Estado entonces sí podremos contribuir a la construcción de una democracia con justicia social. Podremos contribuir a cimentar los espacios democráticos que hay que construir, legitimar y ampliar mediante la educación de las bases sociales que se pertrechen de concepciones organizativas, de unidad para lograr las conquistas sociales en este mundo injusto. Los espacios podrán ser enriquecidos mediante la organización de un movimiento amplio unido no solo para lograr el mayor número de diputadas y diputados sino para la transformación basada en la justicia social y económica.

Sí necesitamos en Honduras que los movimientos sociales reanalicen el concepto de democracia; que estudien sus prácticas y que entiendan la deformación ideológica en que se encuentra. Así se podrá encaminar esfuerzos para lograr un país libre de racismo, de violación de los derechos humanos, de destrucción ambiental y de dependencia cultural. Así se podrá aspirar a convertirse en constructor de una nueva sociedad, justa, digna y soberana.

Por Juan Almendares

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