08 marzo 2007

Epístola de Esequías: Al posible vendedor de ilusiones

Desde su inicio como gobernante el señor presidente José Manuel Zelaya Rosales nos hizo sentir que era un hombre bien intencionado. Hasta ese momento, confieso que me encontraba incrédulo de sus bondadosos discursos. Después que asumió el toro por los cuernos, con el tema de los combustibles, que rescató parte de la soberanía nacional de la santa voluntad de las transnacionales y sus cómplices del patio, que han sido los verdaderos dueños de este país, confieso que pensé que por casualidad había llegado al poder un buen Presidente, hasta lo expresé en esta columna; y eso me causó muchas críticas.

Le explico, señor Presidente, que esa concepción es el resultado de los siguientes factores:

a) Que en Honduras el Presidente de la República nunca ha sido representante del pueblo pueblo, sino representante de los distintos grupos de poder que condicionan su actuación gubernamental en función de sus propios intereses, y no del conglomerado social. En este aspecto Usted nos hizo sentir que se había saltado las trancas, para favorecer al pueblo.

b) Que ninguno de los anteriores presidentes había tomado decisiones serias y patrióticas como en el caso de la licitación de combustibles, lo cual va en contra de los grupos de interés económico que se han beneficiado con la sobreexplotación del mercado cautivo que ha significado el pueblo hondureño y que causó el enojo del súper Embajador.

Ante ese hecho, hay sectores como el Partido Nacional y la antidemócrata y anticristiana Democracia Cristiana, que no han reconocido ese mérito. Los primeros porque por las expectativas creadas por Usted los despoja de la posibilidad de ganar las próximas elecciones; y los segundos porque su negocio es vender la conciencia de un generoso partido como fue el Partido Demócrata Cristiano de Honduras, pues es más rentable el ingreso económico al bolsillo de su propietario --el señor de las uñas largas--, porque de ahí sale el sueldo y otras canonjías de los que dirigen el partido.

En este aspecto, también los sectores de la fragmentada izquierda (si es que aún la izquierda existe) que tiene objetivos políticos, que han sido históricamente los más celosos del respeto a la soberanía nacional, tímidamente han apoyado, pero, nunca luchó a brazo partido, por el proceso de licitación que implica el control soberano del rubro más estratégico de la economía nacional, dejándole esa bandera a las organizaciones sociales y económicas que conforman la Coalición Patriótica que no tienen objetivos políticos en el sentido estricto de la palabra. ¡Vaya contradicción!

c) El otro factor, que me llevó a la conclusión de que tenemos un buen Presidente, lo es el hecho de aceptar que no estamos ante un Presidente socialista, sino ante un gobernante liberal, que actúa dentro de los límites impuestos por esa concepción económica y política, pero que aún bajo esa égida ideológica el principal administrador público, si tiene buena voluntad, mediante la toma de las mejores decisiones, puede contribuir en gran medida a mejorar las condiciones socioeconómicas de este moribundo pueblo, es cuestión estricta de patriotismo, pues esa característica no es propiedad exclusiva de color político alguno, sino que es una obligación de los que hemos nacido en este suelo.

Es el caso, señor Presidente, que usted creó bondadosas expectativas en el pueblo hondureño cuya atención --por su importancia para su bolsillo-- se ha centrado en la licitación de los combustibles olvidando otros temas de interés. Sin embargo, tiene Usted la posibilidad de pasar a la historia como un simple vendedor de ilusiones, es decir, como demagogo.

Ese riesgo lo asume Usted, si mata al tigre y luego le tiene miedo al cuero, ese es el mensaje que nos ha enviado con tanta dilación a la firma del contrato con “Conoco Phillips”. Lo he visto, primero con firmeza en la toma de la correcta decisión y luego dubitativo, cuando le ha dicho a la Coalición Patriótica que le demuestre que la licitación traerá más rebajas al precio de los combustibles, cuando esa es una convicción que Usted debió tener cuando decidió llevar a cabo ese proceso, lo he visto dubitativo cuando su gobierno ha hablado de la liberalización del precio de los combustibles, como si este producto fuera como el pan que se produce en las panaderías existentes en cada barrio y que la competencia entre ellas establece el precio del mercado.

Nos ha enviado el mensaje, señor Presidente, de que no sabía lo que hacía o que los apátridas, los simples comerciantes, le han doblegado su voluntad de olanchano. Como aún tengo la duda, esta epístola va dirigida al posible vendedor de ilusiones, pero, si eso ocurre en la realidad, en su momento le llegará la epístola al simple y llano vendedor de ilusiones.

Este proceso de licitación que aún falta que culmine en su parte más importante, es de suyo trascendental, independientemente de sus resultados, porque representa en parte la recuperación de la soberanía nacional. Esa soberanía que perdimos los hondureños cuando se ha permitido el abuso de estos comerciantes, cuando han actuado sin control alguno del Estado, que les concesionó esa prestación de servicio. ¿Acaso no es vergonzoso lo que nos ha dicho la Coalición Patriótica? En el sentido de que las transnacionales del combustible han actuado sin dar cuenta de nada, de cuánto ha sido la importación de combustible, de cuáles han sido sus costos y cuáles sus ganancias. ¿Acaso no es vergonzoso que no se pueda saber por el Estado cuánto deben pagar de impuestos? ¿Es acaso este país un potrero?