20 abril 2007

“No están todos los que son”

Gloria Leticia Pineda
El 21 de octubre de 1956, después de haber defenestrado a don Julio Lozano por medio de un golpe bien programado y pacífico, surge la Junta Militar de Gobierno con un triunvirato: el mayor Roberto Gálvez B., el general Roque Rodríguez y el coronel de aviación Héctor Caraccioli.

Cumpliendo su solemne promesa, la “junta” celebra elecciones libres un año después y el 21 de diciembre de 1957 asume como nuevo presidente Ramón Villeda Morales.

La junta militar, libre de compromisos políticos, pudo estructurar un equipo selecto de colaboradores, buscando que “estuvieran los que son”: Gobernación, Raúl Flores Gómez; Educación, Jorge Fidel Durón; Hacienda, Jorge Bueso Arias; canciller, Esteban Mendoza; Agricultura, Andrés Alvarado Puerto; Salud, Roberto Lázarus B.

Como director del Impuesto sobre la Renta continuó Gabriel Mejía y jefe de las Fuerzas Armada era Oswaldo López Arellano.
Contra los deseos de la junta militar de gobierno, el Partido Liberal decide nombrar al presidente Villeda por la ruta más corta, la Constituyente y no por el voto directo, demostrando su incertidumbre por las experiencias pasadas y malas jugadas de sus adversarios políticos.

Villeda Morales recibió el país con una economía saneada, que ya venía desde el gobierno de Gálvez. Tenía todo el elemento humano para haber formado un excelente gabinete, pero los compromisos políticos lo vencieron y cometió algunos errores en nombramientos.

Por ejemplo, le confió el Banco Nacional de Fomento, BNF, que era una promesa para el país, a una persona honorable pero inepta. El BNF fue politizado y desde entonces esa institución se fue deteriorando, ya con el nombre de Banadesa se perdió un sueño para el desarrollo de Honduras.

Como dije anteriormente, en el Partido Liberal hay mucho “canibalismo político”, rápido entraron en choque Modesto Rodas Alvarado, presidente del Congreso, con el mandatario Villeda. Este mismo fenómeno lo vimos entre Suazo Córdoba y Bu Girón y entre el presidente Azcona y Carlos Montoya. Más aguda fue la tensión entre el presidente Reina y Flores e igual ejemplo dieron Flores y Pineda Ponce.

Un gobierno dividido, en total desarmonía, egoísta y en el cual prima la emoción sobre la sensatez tiene que dar malos frutos.
El gobierno de Villeda hizo avances en conquistas sociales, lo mismo la Primera Dama, que organizó la Junta Nacional de Bienestar Social, muy bien estructurada, para proteger grupos en desventaja social.

No fue un gobierno austero, se le criticó la extravagancia de fletar un avión particular para hacer una gira completa por América del Sur, con el pretexto de presentar a Honduras como una naciente democracia. El presidente Villeda era un gran civilista, de gran carisma, sin embargo, dejó que subalternos suyos, cometieran excesos y lo que tanto se criticó en los gobiernos nacionalistas del “encierro, destierro, entierro”, también se practicó en el gobierno liberal, pues distinguidos ciudadanos del Partido Nacional fueron detenidos acusándolos de subversión.

No respetaron sus derechos humanos. Dentro de las celdas penitenciarias se les obligó a permanecer descalzos y en calzoncillos. Ésta es la suerte que corrieron Hernán López Callejas, Mariano P. Guevara, Joaquín Romero Méndez, Arturo “Pituro” Sagastume y otros.

Transcurrieron los gobiernos liberales de Suazo, Reina y Flores sin que integraran gabinetes selectos, para recordarlos como gente capaz y patriota. El presidente Azcona fue más objetivo en la selección de sus ministros. Ausente de Honduras, no puedo opinar del gabinete de Callejas, escuché que hizo un buen gobierno los dos primeros años y que casi todos sus ministros eran tecnócratas, “los Chicago Boys.

El gobierno de Maduro no llenó las aspiraciones que de él se esperaba, pero hay que reconocer el gran sacrificio político al que se sometió para continuar con el trabajo de gobiernos anteriores en la consolidación de la deuda externa.

En cuanto a Zelaya, con sus extravagancias nos lleva al despeñadero, el gasto público se ha cuadriplicado con una “obesa” burocracia, sueldos fuera de la realidad y asesores innecesarios e ineptos. Hay alguien que hace el chiste: uno abre la puerta, otro la cierra y otro le pone llave.

Es curioso que los gobiernos de facto de Melgar y López Arellano fueran más selectivos en escoger sus gabinetes, integrados por ministros colaboradores, capaces, con responsabilidad ciudadana y deseos de trabajar. La anécdota de Gautama Fonseca respecto a la entrega de Manlio Martínez es fabulosa. Quedan en la historia, dentro del gobierno de Melgar, Porfirio Zavala en Hacienda y Lidia Arias en Educación, una mujer firme que mantuvo el orden en ese ramo. A la Corte Suprema de Justicia de la época de Melgar, integrada por excelentes magistrados y despolitizada, se le recuerda como la mejor.

Todo lo que necesita un buen presidente es actuar con mente empresarial, rodearse de personas capaces, que trabajen con responsabilidad y estén llenas de amor por Honduras.