11 mayo 2007

Valores



Gloria Leticia Pineda
La voracidad del comercio vulgariza la celebración del Día de la Madre. Cacerolas, batería de cocina y estufas son equipos de casa que pueden comprarse, al crédito o al contado, en cualquier época del año. Todo lo que una madre necesita son hijos devotos.

“¡Buenos días mamá! ¿Cómo amaneció?” y aquella voz musical nos alegra por ése y demás días. No somos indiferentes a los regalos que sea escogidos con cariño, de tipo personal, dados en cualquier día del año. La madre es grande desde el momento en que es madre y no necesita mucha poesía.

Así que este año me dedicaré a hablar de valores, actualmente en crisis. Los valores nacen como semillitas en el seno de la familia, se refuerzan en la escuela y se afirman para siempre en la vida, como un tesoro personal. El respeto: el hondureño cada día es mas irrespetuoso. Abuelo o abuela dicho con burla. “¡Cómo nos hace falta Carreño!”.

Mi garaje está ubicado en una calle estrecha, de doble vía, por donde transitan buses grandes amarillos que van para El Bosque; tengo que enrollar mucho el timón para no topar con los carros de enfrente, indebidamente estacionados. Los taxistas se impacientan, ya me cambiaron el nombre de Gloria Lázarus por el de “Vieja cabrona aprendé a manejar”.

La veracidad: los niños son muy imaginativos y si los padres se descuidan, se vuelven mentirosos. En Honduras ser mentiroso es una gracia, no se censura, hay personas a las que les llaman “mentira fresca”, porque siempre están mintiendo. En cambio, en Estados Unidos mentir es una falta grave, casi un delito.

Humildad: las personas verdaderamente grandes son humildes, no necesitan promocionarse. Nuestros burócratas, con una mínima cuota de poder, se vuelven arrogantes, se olvidan de que después de cuatro años los veremos “en bajadita”, tratando de ser simpáticos.

Ser honesto, ser honrado, ser justo, el humano está dotado de conciencia moral y no debe traicionarla jamás. La disculpa: no hay cosa mas linda que tener la humildad de pedir perdón a quienes hemos ofendido de una manera casual o intencional, eso nos engrandece. El orden, el aseo: una persona pulcra nos inspira respeto, confianza.

“El hábito sí hace al monje”, compare usted la vestimenta de los diputados actuales, ¡parecen mecapaleros! Revise fotos viejas y note el estilo de traje formal de los diputados de antaño. Integridad: implica no sólo ser íntegro, sino ser recto, honesto. Me considero una persona totalmente íntegra, en quien se puede confiar en cualquier circunstancia.

Puntualidad: tan precaria en Honduras, hay que exigirla, esta bella cualidad demuestra consideración hacia el tiempo de los otros. Economía: Cuando sus hijos estaban pequeños, John Rockefeller les daba 3 centavos: uno para gastar, otro para economizar y otro para hacer filantropía. Solidaridad y espíritu de servicio: estas cualidades se hermanan.

Acabo de tener una experiencia maravillosa. Invité a Valentina a caminar por las playas de Tela, fue imprudente para mi edad. Caminábamos sin rumbo, anochecía, pronto se nos terminaron las veredas de la playa, subimos en busca de aceras, pero no habían. Todas las casas de esa zona tienen muros y están alambradas, es imposible de atravesarlas.

El pánico cundía y los jejenes hacían su agosto, pero milagrosamente había un hueco en un cerco y llegamos a la casa de un celador. El noble hombre le dijo al hijo: “Coge tu bicicleta y acompaña a las señoras al bulevar”. En el trayecto conversamos.

Al llegar al destino él aconsejó que tomáramos un taxi porque lucíamos cansadas, no andábamos dinero, él dijo: “Tengo cuarenta lempiras, se los voy a dar”. Estábamos tan cansadas que los aceptamos. Y vimos alejarse aquel ángel montado en su bicicleta. Dejaré pasar un tiempo para enviarle un regalo y no malograr el gozo de aquel niño que ayudó a dos mujeres extraviadas.

Dolorosamente en la sociedad moderna los antivalores le están ganando espacio a los valores. Hay una “peste” de “nuevos ricos”, que nace de burócratas excesivamente pagados e inescrupulosos que se dejan sobornar, lavado de dinero y contrabando. Comerciantes de dudosa fortuna influencian a los hijos para que a los 40 años deben tener su primer millón y empieza aquella colección de antivalores: la avaricia, el materialismo, el hedonismo, el odio, la envidia, el egoísmo, la irresponsabilidad, infidelidad, vicios.

Pongo por separado la frivolidad, el derroche, mentes vacías que no tienen el hábito de la lectura. Viven en un mundo de frivolidad. Cuando el Rey de Noruega, Harald V, celebró sus 80 años, su nieta lució un bonito vestido que había estrenado hacía 10 años. ¿Qué niña sampedrana haría eso?

Me siento muy orgullosa y agradecida de que los valores sembrados en nuestras conciencias por mis padres todavía se mantienen fuertes y vigentes en la cuarta generación. No nos demos por vencidos, todavía hay alrededor nuestro una juventud rescatable, que puede deshacerse de toda esa hojarasca dañina de antivalores. Aunque suene prosaico, hay que criar a los hijos para “el tiempo de las vacas flacas” y vivirán en paz.