25 julio 2006

Orison, el breve

 
Conocí a Orison Velásquez García desde su despegue como médico pediatra de base en el hospital Escuela, donde jamás ocupó un cargo administrativo, por lo que nunca supo lo que era concursar para optar a una mayor responsabilidad. Su intento como docente de la Escuela de Medicina fue efímero y fallido. “Soy científico y académico”, repite sin convencer. Al verlo participar en la última justa electorera sentí por él una profunda pena.

Nunca el médico debe quitarse la bata blanca, símbolo de nobleza, honor y amor, de capacidad, entrega y moralidad, para ensartarse en el saco del politiquero que miente pretendiendo engañar a los que le conocen y saben de sus debilidades. Antes del gane liberal, Orison destapó su siniestra evidencia sin diestra inteligencia. Desconociendo todo y con desmedida pretensión dio la percepción precisa de lo que sería. Todo estaba malo, “son corruptos”, acusó; “vamos a darle un giro a la salud... haremos la diferencia”. Nadie medianamente listo de entrada llama ignorantes a los especialistas en salud pública que han hecho una labor buena y sin aspavientos.

“No creo en esas estadísticas, las haremos nuevas... Alquilaremos equipos médicos en lugar de comprarlos”. Temerario y sobredimensionado por un ego patológico, llegó al colmo de ofender la prudencia y la inteligencia cuando estando en una reunión de médicos, al ser ayudado a quitarse el saco por un séquito de lame traseros que lo adulaba, dijo: “¡Esto es el poder, colegas! Complejo del que nunca fue ni será nunca.
En los inicios de gobierno siempre hay contratos para engañar activistas con plazas sin futuro.

Tontos útiles. Viví dos periodos, uno liberal con Reina y el nacionalista de Maduro, ambos inundaron el hospital Escuela de gente sin capacidad ni oficio dilapidando su famélico presupuesto. Hubo sectarismo imprudente, pero nunca como en estos 5 meses de Orison, quien exigía a los colegas y demás solicitantes la garantía de su afiliación política como cualquier activista mercenario. Pobre hombre. Desconociendo y sin importarle la capacidad de pago del gobierno, se mandó con miles de contratos sin respaldo financiero. Pobre Estado.

Zelaya, en cuyo nombre hizo todos los desmanes, dijo que disminuiría el clientelismo político y haría eficaz la gestión del gobierno y que no cometería los vicios del pasado. ¿Cómo le quedó el sombrero ahora que su pupilo las metió sin tocarle las botas? La irresponsabilidad del ex ministro es punible, no debe permitirse que un individuo festeje con fondos del Estado su delirio de poder.

Hay carestía de todo en los hospitales, solo la Fiscalía, ahora rosa, nunca encuentra evidencias para la rendición de cuentas ni para deducir responsabilidades. Tres mentiras más del “poder chabacano”. Si hubiera justicia, que prepare los bártulos que la bartolina lo espera. Dice el destituido ministro (no renunció), “en cinco meses logré crear una mística de trabajo que no existía... realicé cambios no hechos en los últimos seis años... es fabuloso... soy un hombre realizado, qué más puedo pedirle a la vida... me envidian”.

Desvalorizado y sin valores. El daño es mucho en tan poco tiempo. Los cobardes apañadores que se prestaron al ilícito deben ser renunciados y denunciados. Ahora envalentonados atacan al destituido. Miseria humana. Atentar contra la salud del pueblo es un crimen. El Partido Liberal tiene profesionales entendidos, demostrados y cuerdos. ¿Por qué los gobernantes buscan incapaces para gobernar? Menciono con todo respeto y admiración a Elsa Palaou, Nerza Paz, Efraín Bu, José Manuel Matheu y Ricardo Bulnes. Dignificarían el cargo, al gremio y a la patria. Zelaya tiene el poder rectificador.

Es de esperar que el renunciado sea enjuiciado y, por esos antecedentes, nunca ministro asesor en Salud. Indigno si acepta, indignante nombrarlo. Tuvo la bella oportunidad de servir a su pueblo y de demostrar que los médicos podemos hacer las cosas bien, lamentablemente la desperdició. No trascendió como los buenos, descendió por torpe. Ese fue Orison, el breve.


Gaspar Vallecillo Molina

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